Iluminando el Camino: Tikun Adam y Tikun Olam en la Búsqueda de la Luz

Por Avi Meir

Colegio Olamí ORT

Un científico preocupado por los problemas del mundo, estaba decidido a encontrarles una solución. Trabajó día y noche en su laboratorio para hallar respuestas a las dudas que lo atormentaban.

Un día, su hijo de siete años invadió su lugar de soledad, con la intención de ayudar a su padre en su trabajo. El científico, turbado por la interrupción, intentó convencer a su hijo de que fuera a jugar a otro lado. Cuando vio que esto era imposible, buscó algo en qué ocupar al niño para distraerlo. Sacó una revista en el que encontró una página con un mapa del mundo, lo rompió en pequeños pedazos, le dio al niño papel adhesivo y le dijo: “Te gustan los rompecabezas, ¿no? aquí tienes un mundo ante ti que está roto y desgarrado en pequeños pedazos; veamos a ver si puedes arreglarlo”.

El científico estaba seguro de que su hijo estaría ocupado con la tarea durante muchos días, pero después de una hora escuchó a su hijo llamarlo: “Papá, ya terminé. Logré armar todo el rompecabezas”. El padre no le creyó. Era imposible que un niño de siete años, que nunca ha visto un mapamundi, pudiera volver a unirlo. Para su sorpresa, el niño armó el rompecabezas a la perfección. Todas las piezas estaban en su lugar. “No sabías cómo era el mundo”, le dijo el padre a su hijo, “¿cómo te las arreglaste?” “Padre”, dijo el niño, “aunque no sabía cómo era el mundo, cuando arrancaste la página de la revista, vi la foto de un hombre del otro lado. Cuando me pediste que arreglara el mundo, lo intenté, pero fallé. En ese momento recordé la foto del hombre. Sé cómo debe de ser el hombre, así que comencé a girar los pedazos y a arreglar al hombre. Cuando logré armarlo, le di la vuelta y vi que logré arreglar el mundo”.

Este cuento, que no sabemos quién lo escribió, nos deja un mensaje importante sobre todo por el concepto de Tikun Olam que promovemos en las escuelas. Simbólicamente, en el cuento el niño no puede pegar y arreglar el mapamundi, por lo que lo más sencillo para lograrlo es arreglar la imagen de un ser humano que se encuentra detrás.

Tikun Olam es vital en el concepto de enfrentar los problemas de nuestro mundo y para lograrlo, se debe trabajar con el actor principal que es el ser humano que a menudo es la razón de los problemas mundiales pero también es la solución. La formación de un ser humano especial en una célula familiar y en un marco judío educativo debe de tener como base el amor a su pueblo, a su patria (אהבת עם), al mundo (אהבת עולם) y lo más importante, el amor al ser humano (אהבת אדם).

La escuela debe promover las condiciones para conseguirlo. 

La empatía, es enseñar a los estudiantes a comprender y compartir los sentimientos de los demás. La empatía crea conexiones más profundas y fomenta un entorno de apoyo. Logra también provocar un sentimiento que se llama en hebero חמלה (jemlá) compasión, ya que sin ella no hay un verdadero Tikun Olam. 

Fomentar el respeto mutuo entre estudiantes, maestros y persona, el respeto sienta las bases para las relaciones saludables y contribuye a un ambiente positivo. Esto ayuda a los alumnos posteriormente a ser responsables de su mundo. 

Garantizar que todos se sientan incluidos y valorados, independientemente de sus diferencias. La diversidad enriquece la experiencia educativa y los alumnos lucharán por un mundo más justo. 

Fomentar la atención y el cuidado entre los miembros de la comunidad escolar: un ambiente amable promueve la seguridad emocional. En este mini cosmos que es la Educación, se forman alumnos con la capacidad de convertirse en líderes del futuro que cuidarán y respetarán al mundo para hacerlo un lugar mejor. 

En el Colegio Olami ORT tenemos como base los valores de hermandad, empatía e inclusión, los consideramos indispensables para hacer un bet jinuj que promueva Ahavát Olam, a través de fomentar Ahavat Adam.  El programa que aplicamos se lama: “Cultura Shalom” que garantiza el bienestar de los niños y jóvenes, ya que se trata de cuidar sobre todo la parte socio-emocional, lo que conlleva a sacar la luz de cada uno y darla al mundo para encontrar diversas maneras de iluminarlo. Este programa genera empatía y compasión tanto dentro de la escuela como afuera, así allanaremos el camino hacia la luz.

Janucá nos inspira a convertir a nuestros alumnos en seres de luz y así llevar un gran brillo al mundo. Y como dice el rabino Kuk: “Cuando el alma brilla, incluso un cielo brumoso produce una luz agradable”.

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