Educación en Tiempos de Cambio Climático: Estrategias y Desafíos para los Docentes
Por Prof. Luis Rendón
Colegio Olami ORT
Recuerdo que cuando era estudiante, mis profesores de Ciencias nos hablaban sobre las consecuencias del uso de los combustibles fósiles y su repercusión en el planeta Tierra. Esto me causaba cierto temor, pues se vislumbraba un futuro poco prometedor y con graves consecuencias para los ecosistemas, e incluso para nuestra salud. En esos años, todo esto me parecía muy lejano, pero el tiempo avanzó y, lamentablemente, ahora, como adulto y docente, vivo una realidad distinta en la que la situación no se ha revertido. Al contrario, las emisiones, desechos y sus consecuencias han aumentado en los últimos años, no solo en México, sino a nivel global.
Mi objetivo en este artículo no es el de abordar las consecuencias generalizadas y globales del cambio climático, sino analizar la situación actual y futura de los estudiantes, especialmente en relación con el impacto de las olas de calor en su proceso educativo. De acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), este fenómeno afecta al planeta de diversas maneras, siendo las olas de calor uno de sus aspectos más preocupantes, tanto para México como para el resto del mundo. Podemos definir a las olas de calor como un período de más de tres días consecutivos con temperaturas por encima del promedio, tanto en máximas (entre las 14:00 y 16:00 horas) como en mínimas (entre las 05:00 y 07:00 horas), según el Centro Nacional de Prevención de Desastres del Gobierno de México.
Según la UNESCO, la educación desempeña un papel fundamental en la lucha contra la crisis climática y sus efectos, capacitando a los estudiantes como agentes de cambio. Esto abarca su derecho a un entorno saludable, así como a otros relacionados con el agua, la salud, la seguridad, la participación y la educación. Las olas de calor y las repercusiones del cambio climático afectan los derechos de los niños y adolescentes, comprometiendo su desarrollo y bienestar. Los estudiantes actuales deben enfrentar directamente muchas de las consecuencias de este fenómeno y seguir siendo agentes de cambio para mitigar y revertir sus efectos. Además, necesitan aprender a adaptarse como estudiantes en medio del cambio climático.
La educación se ve afectada en varios países que carecen de recursos e infraestructura para proporcionar entornos de aprendizaje adecuados durante las olas de calor. Esto impide el cumplimiento del objetivo de abordar el cambio climático a través de la educación, ya que se han tenido que tomar medidas como la suspensión de clases o la adopción de clases a distancia. En México, por ejemplo, se han implementado acciones para proteger la salud de los estudiantes, como la suspensión de clases en junio de este año, debido a la tercera ola de calor en estados como Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas y San Luis Potosí. Estas medidas preventivas buscan evitar situaciones que puedan afectar directamente la salud. Es importante destacar que no se prevé que las olas de calor desaparezcan; al contrario, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advierte que, incluso si se reducen significativamente las emisiones de CO2, seguirán siendo un problema importante durante muchas décadas.
En algunos estados y países no se ha optado por la suspensión de clases. Aunque no haya una interrupción del horario lectivo, es crucial considerar que las olas de calor deben ser incluidas en la planificación escolar y en la definición de los objetivos de aprendizaje, así como en la productividad de los estudiantes. Estudios, como el realizado por el Dr. José Guillermo Cedeño Laurent del Departamento de Justicia y Salud Ambiental y Ocupacional de la Escuela de Salud Pública de Rutgers, han evidenciado que los jóvenes expuestos a altas temperaturas durante las olas de calor experimentan afectaciones en funciones cognitivas, memoria y tiempos de reacción en comparación con aquellos en ambientes climatizados. Por ende, aunque las clases presenciales continúen, el proceso de aprendizaje puede verse mermado debido al calor que incide en los estudiantes.
Este es un aspecto que no podemos ignorar, ya que según la Dra. Graciela Binimelis de Raga del Grupo de Interacción Micro y Mesoescala de la UNAM, se prevé que las olas de calor aumenten en cantidad e intensidad. Considerando esto, es necesario tomar medidas a corto, mediano y largo plazo en cuanto al futuro de la educación para minimizar su impacto en los grupos vulnerables y en los países más afectados por este fenómeno meteorológico.
Entonces, ¿qué podemos hacer ante las olas de calor? De acuerdo con el portal sobre crianza de UNICEF, entre los grupos más vulnerables se encuentran los niños pequeños, quienes representan un porcentaje significativo de los estudiantes y pueden verse afectados por la deshidratación, ya que tienen más dificultades para regular su temperatura corporal. Por ello, se recomienda seguir las siguientes medidas:
Tener una lista o documento que permita identificar los síntomas asociados al estrés térmico.
Informarse sobre cómo pedir ayuda, teniendo a la mano el contacto de profesionales de salud o servicios de ambulancia más cercanos.
Mantener las cortinas o persianas abajo durante las horas más calurosas.
Utilizar ventiladores o sistemas de enfriamiento, si está dentro de las posibilidades de la institución.
Evitar salir durante los momentos más calurosos del día.
Beber agua a intervalos regulares, aunque no haya sensación de sed.
Evitar el exceso de ropa para prevenir la deshidratación, recomendando ropa liviana y de algodón para prevenir erupciones cutáneas y absorber la sudoración.
Llevar un recipiente de agua (evitando el uso de botellas desechables) para hidratarse constantemente.
Una de las medidas que se han utilizado para reducir los efectos de las olas de calor ha sido la implementación de sistemas de aire acondicionado. Sin embargo, de acuerdo con Mark Radka, Jefe de la Subdivisión de Energía y Clima del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los sistemas de refrigeración contribuyen significativamente al cambio climático, ya que muchos utilizan refrigerantes hidrofluorocarbonados, que son potentes gases de efecto invernadero, además de que consumen mucha energía, lo que los convierte en una doble carga para el cambio climático. Con las tendencias actuales de uso, se prevé que las emisiones de la refrigeración y el aire acondicionado se dupliquen para 2030. Actualmente, se utiliza un 20% del gasto energético de un edificio en mantenerlo enfriado. Por lo tanto, se propone un cambio de estrategia enfocado en la climatización con Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN), sugiriendo una mayor integración de la naturaleza en las ciudades. Aunque estas soluciones son viables, requieren compromiso y tiempo para implementarlas.
Sin duda, mi yo estudiante de hace muchos años se sorprendería con las numerosas medidas que se deben adoptar ante las oleadas de calor, así como con los cambios en el clima y la situación del planeta. Me gustaría pensar que, en algún momento, nuestra estrategia se enfocará en vivir de una manera que disminuya el impacto en el planeta y se encamine en implementar estas medidas para afrontar y revertir urgentemente los daños del cambio climático. De este modo, podríamos influir positivamente en la educación, generando propuestas efectivas, tanto en México como en otros países.