La literatura hebrea moderna como mecanismo de educación para reafirmar la identidad judía
Mónica Amkie Jaber, Directora Secundaria
Colegio Or Hajayim
¿En qué medida favorece la literatura a la educación y qué valor juega en la formación de alumnos que mantengan responsabilidad con la continuidad de su religión, su identidad judía y su conexión con Eretz Israel?
En Pirké Avot 3:1 leemos “Akaviá Ben Mahalalel dice: ‘Presta atención a tres cosas y no llegarás a pecar: sabe de dónde has venido, a dónde irás y ante Quien deberás rendir cuentas”. De acuerdo con Anita Shapira “Desde los primeros días del movimiento sionista, la literatura hebrea ha funcionado como un sismógrafo registrando el estado anímico y el espíritu del movimiento, sirviendo como su guía y conciencia” (Fainstein s/f).
La literatura hebrea es la más antigua, parte de la escritura bíblica, y continua con el auge de una utopía a cargo de intelectuales llegados de las diásporas a Palestina, a comienzos del siglo XX.
“Estos escritores que provienen de un mundo espiritual, simple y metódico del shtetl y poseen una alta formación intelectual adquirida en las escuelas religiosas y universidades rusas, alemanas, polacas o francesas, encuentran en Palestina en la que la vida judía no está fundada ni ordenada por los textos sagrados ni la cultura, en la que la labor en el campo es la base principal del renacimiento del pueblo judío en Sión” (Ramos 2014, 746).
Es pertinente mencionar que la literatura es el escenario ideal para relacionar la parte humana y personificada, para dar un sentido compasivo a los hechos históricos y comprender que la historia del pueblo judío – donde se aúnan textos sagrados, política, cultura, sociedad y donde lo principal a dar a conocer es la que en la labor del campo y la enseñanza de la lengua hebrea–, va a ser la base principal del renacimiento del pueblo judío en Sión.
Entre 1904 y 1914, período de la segunda Alía, se produjo un gran desarrollo de la prensa, y de la literatura judía en Eretz Israel. Tel Aviv era la urbe bohemia intelectual, donde autores como Alexander Penn, Abraham Schlonsky, Nathan Alterman y Lea Goldberg –entre otros–, escribían bajo el dogma del mundo literario sionista, que predicaba un completo rechazo a la vida en el exilio y al idioma yiddish.
En Jerusalén, que era la cuna de la élite revisionista de derecha, se encontraban el gran poeta Saul Tchernijovsky, Yosef Klausner, y S.Y. Agnon –por mencionar sólo algunos–, quienes deseaban expresar al mundo todos los sentimientos y pensamientos, para que las palabras en hebreo suenen de manera natural. Cabe destacar que el escritor Amos Oz (Klausner), durante su infancia convivió con estos grandes escritores de los cuales absorbió grandes conocimientos.
Uno de los principales elementos que caracterizan a la literatura judía de esa época son las experiencias, aprendizajes y legados de los migrantes a Palestina provenientes de Europa. Por ejemplo, la década de 1920 fue una de las épocas más fructíferas, donde se vieron reflejadas las experiencias de la emigración, las posturas políticas, la situación con los árabes, el Mandato británico, así como la añoranza por las tierras europeas, y el yiddish.
Un claro ejemplo de las tensiones que existían entre la lengua bíblica y el hebreo moderno al intentar volverlo la lengua secularizada, fue lo comentado por Gershom Scholem al filósofo Franz Rosenzweig al respecto:
“Este país parece un volcán donde bulle el lenguaje. Hablamos de todo aquello que podría conducirnos al peligro de la caída, y más que nunca de los árabes. Pero existe otro peligro, mucho más importante que la nación árabe, y que es una consecuencia necesaria de la empresa sionista; ¿qué ocurre con la actualización de la lengua hebraica?” (Fainstein s/f).
Durante los años treinta, la literatura muestra una marca de la radicalización y activismo político interior, la formación de las entidades sionistas paramilitares, así como las preocupaciones por la situación de los judíos en Europa. En los años cuarenta, marcados por la guerra, por el Holocausto, por los sobrevivientes y también, por los fundadores del Estado, tiene sus expresiones en la literatura. A través de la enseñanza pedagógica de literatura hebrea se puede ver la perspectiva filosófica, literaria, política e histórica de la historia del pueblo judío.
La literatura hebrea es un canal perfecto para enseñar Torá, historia e historia contemporánea del Estado, así como la vida de los personajes bíblicos, jefes del ejército, escritores, maestros, vendedores ambulantes, agricultores, la historia y las microhistorias que develan la diversidad cultural de la sociedad israelí.
La literatura israelí –que se incorpora al espectro de la literatura hebrea– ayudó a forjar la identidad nacional desde 1948 hasta nuestros días, más allá de las particularidades de su sociedad. Es inminente que en las diásporas y en las instituciones de educación judía se divulgue la literatura hebrea moderna como parte fundamental en la reafirmación de la identidad judía. Los textos enseñan importantes momentos de la historia y de la sociedad israelí. El alumno puede comprender desde las distintas etapas del pueblo judío, la vida en el exilio, el sionismo, la creación del Estado, y más.
La literatura judía fue el primer escenario en donde convivieron los Salmos, las plegarias, el Talmud con las nuevas expresiones de la literatura europea moderna, destacando que desde la Edad de Oro en Sefarad no se había desarrollado una literatura hebrea secular. Un ejemplo muy claro es la escritura del ganador del premio Nobel de Literatura S.Y. Agnon, quien relata el esplendor del pasado, su belleza y encanto, para intentar iluminar un pasado fragmentado. La literatura, tiene el rol de constituir un espacio donde el mundo interior y el mundo exterior interactúen con gran creatividad, es decir, combinar el mundo tradicional religioso de la lengua y la cultura hebrea, con la experiencia de la modernidad, el sionismo y los sufrimientos de la Shoá. Tales ideas se ven plasmadas en la historia de Etgar Keret, “Sirena” y “El Chal” de Cynthia Ozick.