Cuando la ética define al líder
Por Debora Wlodawer, Directora de Elementary del Colegio Atid
Recientemente tuve la oportunidad de visitar el Museo de Memoria y Tolerancia en la Ciudad de México con mi hija de 17 años. Durante nuestro recorrido, nos encontramos con la exposición temporal de Ana Frank, una experiencia profundamente conmovedora que nos llevó a reflexionar sobre la vida, los sentimientos y las vivencias de la familia Frank. Esta exposición te permite no sólo conocer la historia de esta familia, sino también adentrarte en su refugio: la "casa de atrás", donde permanecieron escondidos por aproximadamente dos años.
Uno de los aspectos que más me impactó fue el reconocimiento a las personas conocidas como "Justos entre las Naciones". Estas eran personas que, durante el Holocausto, arriesgaron sus vidas para proteger a familias judías, entre ellas, la familia Frank. Muchos de estos héroes eran empleados de Otto Frank, quienes lo cuidaron a él y su familia, sin importar que ponían en peligro sus propias vidas.
Al salir de la exposición, me quedé pensando en Otto Frank como líder. ¿Qué clase de jefe fue para que sus empleados no sólo quisieran ayudarlo, sino también arriesgar sus vidas por él? ¿Qué tipo de vínculo estableció con ellos para inspirar tal nivel de compromiso y lealtad en una época en la que apoyar a los judíos era peligroso y muchos veían la oportunidad de aprovechar la situación para su propio beneficio?
La respuesta, para mí, es clara: Otto Frank debió ser un líder extraordinario, con un impacto positivo tan grande en sus empleados que estos estaban dispuestos a hacer lo impensable para protegerlo. Esto me llevó a cuestionarme algo fundamental: ¿Cuántos de nosotros, como líderes, podemos decir que tenemos ese tipo de impacto en las personas que trabajan con nosotros?
Es un ejercicio de introspección que me lleva a preguntarme, ¿cómo gestionamos nuestro liderazgo en el día a día? ¿Somos líderes que inspiran lealtad y compromiso, o simplemente mantenemos relaciones jerárquicas donde el vínculo se basa en la necesidad y no en el afecto o el respeto? Como líderes, debemos reflexionar sobre el tipo de relaciones que construimos con nuestro equipo, ¿somos líderes verticales, que imponen órdenes, o somos líderes horizontales, que buscan construir vínculos de colaboración y confianza?
Senge (1990, citado por Bolívar, A. 2000) afirma que el liderazgo no sólo implica la toma de decisiones desde una posición de autoridad, sino también la responsabilidad de diseñar procesos de aprendizaje para que el personal de una organización pueda abordar situaciones críticas y desarrollar su dominio en las disciplinas de aprendizaje. Así, el líder no es un experto que impone su visión, sino un facilitador que guía a los miembros de su equipo a reestructurar sus puntos de vista y a pensar más allá de las respuestas reactivas, fomentando una comprensión sistémica de la realidad.
En una organización inteligente, los líderes, aunque pueden comenzar siguiendo su propia visión, aprenden a escuchar las visiones de los demás, comprendiendo que su propia perspectiva es parte de un todo más amplio (Senge, 1992a: 433, citado por Bolívar, A. 2000).
Soy directora de una escuela primaria perteneciente a la red judía de México y me siento profundamente comprometida con la formación de los próximos líderes de nuestra sociedad. Mi responsabilidad es formar ciudadanos capaces de impactar positivamente en la vida de las personas que los rodean, ciudadanos que actúen con un fuerte sentido de responsabilidad y ética. Líderes que no sólo dirijan, sino que lo hagan con valores, empatía y un profundo respeto por los demás.
El legado de Otto Frank no es sólo el de un sobreviviente, sino el de un líder que inspiró a su equipo a actuar con valentía y humanidad. Esa es la clase de liderazgo que debemos aspirar a inculcar en las generaciones futuras. Líderes que, a través de sus acciones, dejen una huella imborrable en las vidas de quienes los rodean.
Es nuestra labor formar personas que impacten, que sumen, que tengan el poder de dirigir y guiar a otros con la misma influencia positiva con la que Otto Frank, sin duda, impactó en su personal. Porque, al final del día, el verdadero éxito de un líder no se mide por los títulos o las posiciones, sino por la capacidad de transformar vidas y crear un legado de humanidad y generosidad.
Referencia:
Bolívar, A. (2000). El liderazgo compartido según Peter Senge. Liderazgo y organizaciones que aprenden. Bilbao, ICE de la Universidad de Deusto, 2000, pp. 459-471. https://www.researchgate.net/profile/AntonioBolivar/publication/300170863_El_liderazgo_compartido_segun_Peter_Senge/links/5709da9708aed09e916f9ad3/El-liderazgo-compartido-segun-Peter-Senge.pdf