Ser Shlijá en tiempos de guerra 

Roni Marsland, Colegio Olamí ORT 


Tom y yo nos conocimos en el ejército, ambos éramos oficiales. Después de nuestro servicio realizamos el deseado y esperado viaje por Sudamérica. Nuestro viaje concluyó en Centroamérica y de ahí viajamos por México de regreso a Israel. Quién hubiera creído que muchos años después regresaríamos con 3 hijos a México, como Shlijim.


El 7 de octubre supe que Tom regresaría, un instinto que no podía explicar me lo susurraba, solamente tardó una semana, sus ojos lo decían todo.

Decidimos seguir adelante, sin grandes despedidas y siendo claros con nuestros hijos ¨Su padre regresará a Israel como reservista¨, como ellos ya lo saben. 


Ser shlijá en tiempos de guerra es:

Sentir que en un año nuestra familia se expandió. Sentirme cobijada a pesar de las barreras del idioma y que todo era completamente nuevo y desconocido.

Conocer una comunidad, la cuál no hay como ella en ningún otro lugar.


Ser Shlijá en tiempos de guerra:

Es cuando tus hijos preguntan: ¿Cuándo regresa papá? y sigues diciendo: ¨En 2 semanas¨

Es entrar al salón de clases con la cabeza en alto pero con lágrimas en los ojos.

Es escuchar las preguntas de tus alumnos, inhalar y buscar respuestas dentro de tí, es enseñar Hebreo, compartir sentimientos y recibir fuerzas de todos.

Es volver a escuchar nuevamente a nuestros hijos: ¿Cuándo regresa papá? y sigues diciendo: ¨En 2 semanas¨ y te responden: ¨ Eso fue lo que dijiste hace 2 semanas¨.

Es enviar fuerzas desde aquí hacia Israel.

Es escribir cartas en tus clases para los soldados.

Es dibujar palomas de la paz y aprender a cantar canciones de esperanza. 

Es realizar un concurso de pasteles de queso en Shavuot y que los fondos recaudados sean para los soldados en el norte de Israel y enseñarles a nuestros alumnos que es nuestra casa, cuando todo a su alrededor es verde y florece pero también cuando todo está en medio de un gran incendio.

Ser Shlijá en tiempos de guerra es presentarle a mis padres a mis alumnos cuando vienen de visita y después de que ellos regresan escuchar las preguntas: ¿Cómo están tus papás? ¿Cómo está todo en Amuka (el lugar donde vivimos en el norte de Israel)? ¿La granja de tus padres todavía sigue cerrada?

Ser Shlijá en tiempos de guerra es escuchar a mi hijo Uri de apenas 6 años decirme antes de dormir: Mamá ¿Israel se está destruyendo? ¿Vamos a tener a dónde volver?

Ser shiljá en tiempos de guerra es recibir una llamada telefónica de Tom, quien nos dice que estará desconectado porque entrará a Gaza. 

Es continuar con esta nueva rutina en este nuevo país al cuál acabamos de llegar apenas hace 2 meses. 

Es reunir fuerzas, recibir cariño y apoyo de todos nuestros maravillosos alumnos, de nuestro equipo de trabajo que se preocupa cada momento por el más mínimo detalle, de los papás de los amigos de nuestros hijos quienes abrieron las puertas de sus hogares y nos acogieron antes de que quizá pudiéramos comunicarnos.

Ser Shiljá en tiempos de guerra es recibir comida caliente en la puerta de tu casa.

Es estar en el Bet Haknéset (templo) y escuchar la Tefilá (rezo) por la paz en Israel y por nuestros soldados.

Es llorar cada vez que escuchas el Hatikva. 

Es abrazar a Tom cuando regresó.

Es entrar a clase y platicar sobre nuestra maravilloso Israel, sobre los soldados que se recuperan, sobre esas historias de resiliencia, sobre los voluntarios y los proyectos increíbles que se han creado.

Y ahora, en Rosh Hashaná (año nuevo judío) es mandar videos en hebreo de nuestros alumnos a los soldados quienes hace poco eran alumnos de Tom y hoy están en el servicio militar.

Es mandar Cartisei Brajá (cartas con buenos deseos) a los kibutzim de las personas evacuadas y a los niños que hace más de una semana no tienen clases, es conectarnos por zoom con nuestros exalumnos que están en Israel (de Hajshará) y sentir orgullo por cada uno de ellos. 

Es agradecer por lo que tenemos y emocionarnos cuando nuestros hijos regresan del colegio cantando ¨Al Kol Ele¨.



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